Perdón por sentirme de otro planeta,
pero me gusta cuando las cosas son mi pequeño descubrimiento
y me irrita cuando se hace público.
Por eso escribo, por eso invento, por eso dibujo,
para ser rey de mi propio mundo.
Irrepetible.

jueves, 29 de marzo de 2012

2. "La pieza sombría"

Cuando las soluciones están al alcance de lo indecible.
Otra vez otra hoja vacía en frente. Cuánto tiempo había pasado desde que todos aquellos manuscritos se habían esfumado, las ideas quedaron flotando en la nada. Palabras sin fin. No se trataba de una historia más, había hecho el intento una y otra vez y nada se resolvía… Tantas historias inconclusas, tantos castillos fríos, tantos soldados olvidados. Es debido aclarar que no contaba con un verdadero talento para las palabras, ni ningún talento para nada. Cuando creía que podía hacer algo, siempre había alguien que podía hacerlo mejor, y de qué servía, no podía superarse aunque lo intentara, era mediocre, una persona más del montón, igual trataba de no sentirse así. Habría pasado mucho tiempo desde que había dejado de sentirse un ser especial, ya no se sentía un semi-elfo al que sus padres abandonaron de niño, ni se sentía un hada, ni un brujo… Tantas eran las historias que su imaginación creaba y tantos los cuentos y novelas que su mente absorbía, que de modo parecido al que El Quijote se sentía caballero, él se sentía diferente. Pero todo aquello ya estaba en el pasado, su deseo de ser alguien se vio velado por las nuevas experiencias; la juventud, plena y deliciosa había tocado a su puerta, descubriéndole un mundo totalmente nuevo, banal, sin preocupaciones.

¿Pero qué hay de esa nueva página? ¿De esa nueva idea que brotaba?

Su corazón pedía desesperadamente un escape; la frivolidad, el desapego, eran el precio a pagar por una vida llena de “amigos” y “placeres”, y de nada le servía eso si dejaba de ser él mismo. ¿Qué quién era él? Era el hijo del rigor, la angustia y la incertidumbre; fruto del olvido, la ruina y el desafecto… Era una ciudad ahogada en pesares, plagada de pecados e insolencias que arrastraban el dolor. A veces lo sentía, otras veces solo lo ocultaba demasiado bien que hasta él mismo creía que había desaparecido. Pero esta noche era una copa. Se sentía una copa vacía sin ánimos de nada. No tenía vida, no tenía amores, no tenía colores ni sabores. No había luz que lo guiara, no había sueños ni escaleras, era todo gris. Había perdido las esperanzas, le habían roto el corazón por vez enésima, había desistido de sus estudios, de su familia, de sus amigos de verdad. Roto el corazón, rota el alma, rota la copa, ya no tenía paz. Maldita copa rebalsada, de cansancio, de soledad, de oscuridad… No aguantaba más las pocas cruces que el destino le había otorgado, sólo quería dormir y no pensar en esos minutos que se tornaban horas, en esas horas que se volvían fríos campos de batallas que ni adentro ni fuera de él existían, pero que se forzaba a atravesar. Cuántas veces había merodeado entre la torpe idea del suicidio, desistiendo por temor o por la imagen de su familia dolida ante la pérdida.

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